Llueve a cántaros sobre un país maltratado, un país a la intemperie como señalaba Héctor Manrique en twitter. Caracas se paraliza, los semáforos dictan ordenes difíciles de cumplir y las aguas se salen ó encuentran su cauce, cauce olvidado ó borrado por carreteras y autopistas que aunque no tienen la culpa, ceden al paso del agua que trae consigo el caos.
Los cerros se mueven, se deslizan y también se olvidan de los olvidados. El llanto y la zozobra toman el puesto de los sueños, la foto del político de turno en la pared del rancho no evita la inmediatez de la desdicha. El dólar que baja y sube al igual que el barril de petróleo, continúan tan ajenos a esa realidad que la 4ta república y sus desatinos dan respuesta inmediata al lamento. La 5ta y sus 12 años no aguantan la risa pero la esconden bajo la retórica, recordemos que los tiempos que corren son tiempos de promesa y demolición.
En pocas horas amanecerá y veremos, se secaran las calles y los cerros pero no las lagrimas que reclaman al que ya no estará. Mucho Bolívar y mucho pueblo en el verbo, verbo que no para cual metralleta pero que al final solo sirve para matar un pasado, vacilar un presente y abandonar un futuro.
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